Este año 2011 se cumplen setenta y cinco años de la muerte del gran poeta y dramaturgo español Federico García Lorca. Su obra y su vida han sido exhaustivamente estudiadas, aunque no del mismo modo su travesía cultural por América, que lo convirtió en una suerte de embajador de España en tierras del Nuevo Continente.
A través de sus viajes transatlánticos, el poeta entró en contacto con distintas culturas que le permitieron ampliar su visión del mundo y tener una idea más universal del arte y del destino de esos pueblos. Estos viajes hicieron que Lorca descreyera de la frontera política y se sintiera “hombre del mundo y hermano de todos”.
En cada lugar que visitó (Nueva York, La Habana, Buenos Aires y Montevideo) sostuvo diálogos importantísimos con los intelectuales y artistas más representativos de la década del treinta y desarrolló una labor enorme desplegando todos sus dones como conferenciante, poeta y dramaturgo, como músico y dibujante. Es en el extranjero donde Lorca, sin inhibiciones, muestra sus diversas facetas, la de un artista total que recita, canta, toca el piano y la guitarra, adapta obras clásicas y es capaz de convertirse en un director de escena genial. Un poeta que seduce por su conversación, su simpatía, su inagotable curiosidad y por el interés que en él despiertan las manifestaciones de la alta cultura, pero también de la cultura popular.
En sus viajes frecuentó teatros, salones literarios y los rincones más diversos de las ciudades mencionadas de la mano de grandes personalidades del mundo cultural. Sin lugar a dudas, Lorca tendió un puente entre España y América como quizá ningún otro español lo había hecho hasta entonces.
Primera travesía: Nueva York (1929-1930) En Nueva York, primer destino internacional de Lorca, reencuentra al joven profesor y poeta Philip Cummings, también a Campbell Hackforth-Jones y al periodista, escritor, traductor y crítico de la literatura española Mildred Adams. Escribe “El rey de Harlem” y “1910 (Intermedio)”, dos de los poemas que incluirá en Poeta en Nueva York. Hace amistad con el crítico literario del New York Herald, Henry Herschel Brickell, y también con varios hispanistas y escritores españoles que se encuentran en la ciudad de los rascacielos. Viaja a Eden Mills, en Vermont, invitado por Philip Cummings. En Nueva York escribe el guión cinematográfico Viaje a la luna y el poema “Infancia y muerte”. Entabla amistad con John Crow y Francis C. Hayes. Conoce al poeta Hart Crane que en ese momento estaba escribiendo El puente.
Segunda travesía: La Habana (1930) Desde Florida, EE.UU., Lorca se traslada a La Habana, donde dicta conferencias, se reencuentra con amigos y es recibido por el poeta Juan Marinello. Trabaja en la obra El público. Traba amistad con los hermanos Loynaz. Reencuentra a la escritora Lydia Cabrera y con ella asiste a una ceremonia “ñáñiga”. Escribe “Son de negros en Cuba” y la “Oda a Walt Whitman”. Conoce a Nicolás Guillén, José Lezama Lima y al escritor guatemalteco Luis Cardoza Aragón. En “Son de negros en Cuba” deja constancia de la impresión que le transmite la cultura cubana, la riqueza del mestizaje, la alegría y la belleza de la isla. Allí conoció, además, al legendario poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, modernista tardío, bohemio y maldito.
Tercera travesía: Buenos Aires-Montevideo-Buenos Aires (1933-1934) Federico García Lorca visita la Argentina y permanece en Buenos Aires entre el 13 de octubre de 1933 y el 27 de marzo de 1934, donde experimenta uno de los mejores momentos de su corta vida, poblada de viajes, éxitos y célebres amistades. Al día siguiente de su llegada es invitado a la casa del escritor Pablo Rojas Paz y su esposa Sara Tornú y allí conoce a Pablo Neruda, Oliverio Girondo, Norah Lange, Raúl González Tuñón, Conrado Nalé Roxlo, entre otros. A lo largo de los meses que siguen, se ve con Nicolás Olivari, Jorge Luis Borges, César Tiempo, Alfonsina Storni, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón y otros poetas y autores reconocidos, como el mexicano Salvador Novo. Con muchos de ellos, Lorca comparte noches de apasionadas charlas. El poeta, que admira la música popular rioplatense, traba amistad con Enrique Santos Discépolo, el afamado autor de teatro y compositor de inolvidables tangos, y conoce a uno de los grandes mitos de la canción: Carlos Gardel. Su actividad como conferenciante, autor, adaptador y director teatral es intensísima. El 25 de octubre, la compañía de Lola Membrives repone Bodas de Sangre, esta vez en el teatro Avenida, obteniendo un rotundo éxito. Lorca es aplaudido y homenajeado en todos los lugares a los que acude. Su biógrafo más importante, Ian Gibson, refiriéndose a la reposición de esta pieza teatral en la capital argentina, dice: “Es tal vez la noche más triunfal de la vida de Lorca. Nada de lo que venga después –y vendrán muchos éxitos- se le podrá igualar”. Además de Bodas de Sangre, durante su visita se dan varias de sus obras: La zapatera prodigiosa, Mariana Pineda y la creación para títeres Retablillo de Don Cristóbal. Por otra parte, se le encarga la adaptación de La dama boba de Lope de Vega, que se estrena como La niña boba, protagonizada por Eva Franco con el beneplácito de la crítica y del público. La estancia del poeta en Buenos Aires y los días que visita la vecina ciudad de Montevideo no pueden ser para él más promisorios. Obtiene reconocimiento de sus pares, admiración popular y considerables sumas de dinero gracias a sus taquilleras obras teatrales. Entre las figuras que trata en Montevideo, donde también da varias charlas, destacan los escritores Enrique Amorín y Juana de Ibarbourou. |